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Un disparo en el centro del blanco
Biblioteca Nacional de Colombia
13/11/2018

​Una vez más, exactamente la quinta vez, nos reunimos para celebrar la vigencia de un género que si bien condensa lo más profundamente humano, la necesidad de contar historias, no tenía un Premio que lo ubicara en el lugar de honor que se merece en la literatura escrita en español. Se sabe que contar historias hace parte de las más antiguas necesidades del ser humano. Antes de que existiera la letra impresa y la memoria de los pueblos fuera consignada en papel, nuestros antepasados se reunían alrededor del fuego para fabular durante horas. Historias para conjurar los miedos, para intentar darle explicación al mundo, para acercarnos a los demás y habitar, por un instante, el mundo de los otros; también, para relacionarnos con la divinidad, lo cual es una manera de hablar con nosotros mismos. Desde la aparición de la escritura y los miles de años que han transcurrido desde entonces, el cuento ha ocupado un lugar fundamental en la tradición literaria de occidente. Millones de cuentos están almacenados en otros tantos libros a la espera de ser leídos en las bibliotecas del mundo; bibliotecas que, como la Biblioteca Nacional de Colombia, son la casa de la memoria y del patrimonio de los pueblos. 


En el ámbito de la lengua española, América Latina ha desempeñado un papel fundamental para el desarrollo del género del cuento. No está de más recordar nombres como el de Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Julio Cortázar y, por supuesto, Gabriel García Márquez, quien publicó cuatro colecciones de cuentos fundamentales para la literatura universal y gozo de sus lectores. Gabo fue siempre un amante del cuento. Recordemos que, de niño, uno de los libros que lo llevaría para siempre por el camino de las letras fue un viejo ejemplar de Las mil y una noches. Y que, más tarde, en el prólogo de los Doce cuentos peregrinos, exaltaría el poder de la poesía para redimir de su condición mortal a las anécdotas de la cotidianidad. García Márquez decía que el cuento es un disparo en el centro del blanco, y esto es cierto en más de un sentido: el género breve, quizás como ningún otro, es capaz de una intensidad que alumbra el corazón de sus personajes con precisión y belleza; también es un género que estremece al lector, lo sumerge en profundidades que no por su brevedad son menos conmovedoras, y lo devuelve transformado a la realidad, consciente de que algo muy poderoso le acaba de ser revelado.   


Este premio que hoy entregamos es un reconocimiento a esa tradición, al oficio de cientos de cuentistas que día a día escriben historias que siempre han tenido lectores, pero que no siempre tenían la fortuna de encontrarse. Desde su creación, en 2014, el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, se ha convertido en un efectivo aliciente que ha impulsado la escritura y la publicación de cuentos en nuestra lengua. Sin duda, la circulación del ganador y de los finalistas, se ha convertido en una oportunidad para que sus libros crucen las fronteras y lleguen a muchos más lectores. Hemos sido testigos, en estos cuatro años, de la manera en que el premio ha hecho que sus autores tengan nuevas ediciones de sus obras, traducciones a otros idiomas, visitas a ferias internacionales y encuentros con lectores de muy diversas latitudes. Los libros han viajado y han alcanzado nuevas mentes, nuevos lectores que han visto desplegarse una diversidad de voces que van desde Santa Cruz de la Sierra, un valle perdido en Argentina,  pueblos remotos del mítico México, pasando por calles tumultuosas de ciudades colombianas o españolas.  


En esta ocasión nos acompaña un jurado extraordinario. Alberto Manguel, quien oficia como Presidente del mismo y a quien le extendemos nuestro más sincero agradecimiento por su apoyo incondicional y entusista a través de estos años; la narradora y poeta Piedad Bonnett, de Colombia, Diamela Eltit, de Chile y Élmer Mendoza, de México. Ellos se entregaron con rigor y dedicación a la lectura de los finalistas y habitaron de forma dedicada los universos de los cinco finalistas.  


Este año estos cinco cuentistas representan muy diversas maneras de transitar por el género en la América Latina de hoy: Andrés Mauricio Muñoz, de Colombia; Edgardo Cozarinsky, Pablo Colacrai y Santiago Craig, de Argentina; y Constanza Gutiérrez, de Chile. Todos ellos, escritores dueños de voces poderosas, con un gran dominio de sus herramientas y del oficio de contar historias. Cinco visiones que circulan por territorios como la intimidad de las familias, los miedos de la infancia, la proximidad de la muerte, las geografías reales e imaginadas del continente y del mundo, así como del alma humana. 


Quiero aprovechar esta ocasión para recordar a dos jurados de versiones anteriores del premio, que lamentablemente fallecieron este año: Hebe Uhart, la gran cuentista argentina, y Roberto Burgos Cantor, uno de nuestros escritores más queridos y entrañables.

Este es el quinto año del premio, media década de reconocimiento al género y de celebración a Gabriel García Márquez que, como pocos, supo cómo dar siempre en el blanco.


Bienvenidos. 

Consuelo Gaitán Gaitán