Río Grande de La Magdalena: una historia de exploradores, riquezas y disputas
Un calor abrasador y constante reina en las llanuras que hacen basa á esta soberbia cadena de montañas [...] Palmeras colosales, maderas preciosas, resinas, bálsamos, frutos deliciosos, son los productos de los bosques interminables que cubren esos países ardientes. Aquí habitan el tigre, el mono, el perezoso; aquí se arrastran serpientes venenosas; y [...] amenazan a todo viviente en estas soledades. Esta es la patria del mosquito insoportable, y de esos ejércitos numerosos de insectos, entre los cuales unos son molestos, otros inocentes, estos brillantes, aquellos temibles. Las aguas cálidas de los ríos anchurosos están pobladas de peces, y en sus orillas viven la rana, la tortuga, mil lagartos de escalas diferentes; y el enorme cocodrilo (caimán) ejerce sin rival un imperio tan ilimitado como cruel [sic].
Francisco José de Caldas, Estado de la Geografía en el Virreinato de Nueva Granada
El Río Grande de la Magdalena es protagonista del poblamiento de América. Su historia se lee en las cartografías realizadas por exploradores, naturalistas, militares y demás personalidades que lo han descrito, medido y dibujado para el conocimiento y aprovechamiento de lugares de poder para los que trabajan como Sevilla, Madrid, París o Bogotá. Por su desembocadura entraron piraguas caribes y carabelas europeas que buscaron abastecimiento agrícola y minero, así como lugares para asentarse y proclamar dominio. Su navegación conectó el interior del territorio andino con el mar Caribe y, a partir del siglo XIX, se convirtió en el eje comercial del territorio colombiano, contando con una mayor influencia que otros ejes fluviales como el Atrato, el Meta o el Putumayo.
El Río Grande de la Magdalena es protagonista del poblamiento de América. A partir del siglo XIX, se convirtió en el eje comercial del territorio colombiano
El Mapa del río Magdalena […], realizado por la Oficina de Longitudes en 1920, da cuenta del dinamismo del transporte y las comunicaciones del río en ese momento. Con un total de 56 buques de vapor, las compañías transportadoras navegaban en diez días el recorrido entre Barranquilla o Cartagena y Honda. Es significativo pensar que, con esta flota, a ocho kilómetros por hora río arriba y dieciocho río abajo, se podían mover cerca de doce mil toneladas de carga y centenas de pasajeros. Cien años atrás, Humboldt había navegado la misma distancia en dos meses —en un champán de veinte metros de largo y dos de ancho, con diez toneladas de carga e impulsado por la fuerza de diez bogas—. En sus diarios, el naturalista describe un río de selva y cocodrilos, comparable con la grandeza de los ríos de los Llanos Orientales como el Guaviare, el Guainía y el Orinoco.
El Mapa del río Magdalena […] evidencia otra tecnología propia del dinamismo de las grandes arterias del territorio: el telégrafo. Las líneas telegráficas por el río conectaron el país a la velocidad de la electricidad, permitiendo transmitir un mensaje detallado entre Barranquilla y Bogotá en menos de dos minutos. Para la cartografía colombiana, el telégrafo significó la sincronización de las longitudes del país, pues desde el Observatorio Nacional en Bogotá —meridiano central o longitud 0º— se podía precisar el tiempo y las distancias en todos los lugares de la nación por medio de señales telegráficas. Construido con base en una red astronómica de más de mil puntos calibrados, el mapa de la Oficina de Longitudes fue uno de los últimos en ser levantado con técnicas astronómicas de cosmografía, antes de que se consolidara el uso de la fotografía aérea para cartografiar con detalle y continuidad áreas pequeñas (topografía de gran escala).
Para la cartografía colombiana, el telégrafo significó la sincronización de las longitudes del país
La cartografía del río durante el siglo XIX se caracterizó por el deseo de determinar las coordenadas principales (longitudes, latitudes y altitud) y dar con el trazo más justo según los intereses científicos de la cartografía fluvial a gran escala. Los cartógrafos de entonces se apoyaban entre sí para validar y mejorar sus datos; por medio de revisiones y referencias a otros autores, los mapas se presentaban como síntesis de saberes del pasado. Con un barómetro de Fortin, el general Mosquera tomó medidas de la presión atmosférica desde el puerto de Sabanilla hasta Honda y presentó su Carta Geográfica Plana […] de 1849 como síntesis de lo hecho por Fidalgo, Humboldt y Talledo.
Otra característica de los mapas del río Magdalena del siglo XIX es que usualmente lo mostraban seccionándolo en dos partes, dividiendo su unidad ambiental: el camino ancho de Bocas de Ceniza a Honda o Neiva y el camino alto de Neiva hasta su nacimiento en el Macizo Colombiano. La partición era útil para ampliar el detalle y ganar en precisión. No solo las representaciones de 1801 de Humboldt y de Francisco José de Caldas así lo muestran, también la de Vicente Talledo (1803), la de Mosquera (1849) y la de Vergara y Velasco (1910). Este rasgo común manifiesta el interés que existía por la parte navegable del río, la de mayor flujo comercial y principal vía hacia la sabana de Bogotá.
El Magdalena guarda una antigua memoria de contiendas y sus representaciones en distintos periodos la muestran. Además de los intereses científicos y comerciales, su cartografía no puede entenderse sin los propósitos estratégicos, no solo porque los ingenieros militares fueran quienes comúnmente levantaban los mapas, sino porque muchas veces fueron elaborados en contextos de conflicto. Entre 1810 y 1821, el Magdalena fue un centro de cartografía militar. En Cartagena, Santa Marta, Mompox, Magangué, Tenerife, Barrancabermeja y El Carare, puntos conectados por las redes de agua del Magdalena, se levantaron planos para construir o atacar fortificaciones durante las contiendas revolucionarias.
El Magdalena guarda una antigua memoria de contiendas y sus representaciones en distintos periodos la muestran
Las tecnologías de navegación y la estrategia militar europeas se veían en la angustura del Carare en dificultad, mientras que las laderas empinadas y los cambios en la profundidad y en el torrente del río se prestaban más para los puentes de cabuya improvisados, las emboscadas nocturnas y las canoas de los indígenas. Sobre esta diferencia de tácticas, Bernardo de Vargas Machuca, capitán y autor del primer manual de contrainsurgencia en América llamado Milicia y descripción de las Indias (1599), cuenta que los españoles tuvieron que aprender tecnologías indianas para navegar y sortear los desafíos del gran río y sus afluentes, en lugar del uso de caballos y carabelas.
Los mapas del río Magdalena cuentan la historia de cómo sus vertientes se han entrelazado con la historia y las expectativas de sus habitantes
Los mapas del río Magdalena cuentan la historia de cómo sus vertientes se han entrelazado con la historia y las expectativas de sus habitantes. Actualmente, el Magdalena soporta en sus valles vastas extensiones de ganadería y agricultura, y es lugar de extracción de hidrocarburos y minerales. Además de asuntos ambientales, la historia reciente del conflicto armado colombiano convirtió al río en un siniestro cementerio, un espacio de despojo y desarrollo desigual. El interés vigente en dragar el río para hacerlo navegable de nuevo debería aunarse a los deseos de proteger su biodiversidad, de contener la creciente contaminación en sus aguas y de tejer la memoria de la reconciliación en sus habitantes. A través del contraste con los mapas antiguos, cartografías sociales y participativas del Gran Río de la Magdalena podrían poner de relieve tanto sus antiguas problemáticas como sus nuevas esperanzas.
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