Proyecto TIC

Reminiscencias escogidas de Santafé y Bogotá

José María Cordovez Moure
(11)

Lo que no se ve

Sebastián Trujillo Pedraza

(11)

Lo que no se ve

Sebastián Trujillo Pedraza

Reminiscencias escogidas de Santafé y Bogotá

José María Cordovez Moure

BAILES

“[…] hoy repudiamos los buenos usos antiguos que hacían de Santafé una morada deliciosa, sin pretensiones de rivalizar con las más opulentas ciudades del mundo: por el camino que ha tomado Bogotá va a sucederle lo que a la rana que quiso equipararse al buey”.

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EL TERROR DE 1850 A 1851

“Como uno de los médicos que le asistía manifestara la idea de que ese hombre podría estar ebrio pues trascendía a licor, el herido manifestó que estaba en su entero y cabal juicio, y que, si olía a anisado, consistía en que había escupido por debajo de la ruana el licor que le daban sus asesinos para embriagarlo”.

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EN LOS ALISOS

“Guiados por el erróneo principio de que todas las cuestiones sociales deben resolverse con libertad, hemos llegado al absurdo de consentir el escamoteo de los víveres en favor de los monopolistas y en contra de la clase desvalida, incapaz de hacer valer sus derechos, hasta que llega un momento de incontenible desborde popular en solicitud de justicia reparadora”.

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–¿Lo has visto? ¿Viste lo que acaba de pasar?

–Ja, sí, ese sacerdote está demasiado tomado y está vibrando esa canción que ahora suena en todo lado.

–No, Alejandra, no me refiero a eso. Ese hombre de allá acaba de suicidarse de una manera espantosa.

–Leonardo Camila, ¿qué cosas estás diciendo? Leer tantos libros ya te tiene corrido de la teja, ¿cierto?

–No, mira. ¡Lo estoy viendo en este momento! No puedo creer que sólo veas al sacerdote.

–Sólo veo al sacerdote.

–Está bien, Alejandra, jamás podré ganarte una discusión, eres demasiado terca. Debe ser mi imaginación. Cambiando de tema… ese sacerdote vibra muy chistoso, está muy borracho.

–¡Demasiado! Sólo en un caso como este agradezco que deba deslizarme por las calles, de otra forma no tendría el tiempo suficiente para apreciar esta escena.

–Ja, es cierto, pero ojalá lleguemos pronto a casa.

***

–¿Señor, se encuentra bien? ¡Señor! ¡Auxilio! ¿Alguien le puede ayudar?

–Compañero, ¿por qué grita?

–Mire, este señor se está suicidando, es urgente, hay que detenerlo.

–No entiendo a qué se refiere, compañero, no hay nada raro en ese rincón.

–Pero mire, mire, acá está. ¿Todos se deslizan por acá y nadie ve nada? No lo puedo creer. Me voy de acá.

***

–Jhon, ¿usted alguna vez ha sentido que ve algo pero las demás personas noven?

–Chino, pues qué le digo… sí me ha pasado, uno puede ver cosas que los demás no ven.

–¿Con qué le pasó?

–Una vez me encontré una carga de agua en pleno centro. Era prácticamente imposible movilizarse, pero desde lejos la vi, ahí abandonada, y luego de muchas peripecias la pude agarrar. Con eso compré algunos electrodomésticos que hacían falta en mi casa.

–Ja, no me refería a eso, pero qué man tan suertudo. Esas cosas pasan una vez en la vida.

–¿Sí o no?

–Me refiero a otro tipo de cosas

–¿Como cuáles?

–Creo que he sido testigo de dos muertes…

–Oiga, y no harán parte de esos asesinatos de las bandas criminales de los que hablan por televisión. Dicen que están haciendo limpieza social en la región para disminuir la sobrepoblación

–Sabe que no. Dudo que sea eso; las dos muertes que presencié fueron suicidios.

–Um…

–Además, piénselo, a duras penas podemos movernos, ¿cómo puede alguien matar a otro sin poder moverse?

–Es verdad, y no es la primera persona a la que le escucho algo así… ¿Dos suicidios y nadie vio nada?

–Cómo le parece. A pesar del montón de gente nadie se percató de lo que pasaba.

–Eso es imposible, primero porque una persona no podría moverse tanto como para conseguir suicidarse, y segundo, ¿cómo es que nadie lo iba a ver?

–Es que eso es lo raro. He pensado que fue mi imaginación. El cansancio, no sé.

–Le va a tocar descansar.

–Es verdad, me iré ya para mi casa a ver si descanso algo.

–Nos vemos después.

–Chao.

Me deslizo hacia mi casa pensando en mil cosas. En especial en las muertes que presencié.

–¡Oigan! ¡Miren en esa casa, esa mujer está golpeándose!

–Otro loco.

–Otro borracho sin oficio.

–¿Por qué no va a drogarse a otro lado?

–No, señores, miren lo que está pasando. ¡Vamos a ayudarla!

–Que man tan loco, vaya y tómese sus medicamentos.

–¡Agh!

Decido ir a ayudarla.

***

–Señora, ¡deténgase!

–¿Quién es usted y qué hace acá?

–Señor, discúlpeme por entrar a su casa sin aviso, pero la señora se está golpeando y consideré necesario venir a ayudarla.

–¿Ayudarla?

–Sí.

–¿Y cómo se supone que va a ayudarla?

–No sé.

–Um, entiendo… Lo siento por usted. Ya no hay nada que hacer por ella.

–¿Por qué lo dice? ¿Usted también ve lo que está pasando?

–Son muchas preguntas, ¿no le parece? Por ahora ayúdeme a enterrar el cuerpo de mi esposa.

–¿Su esposa? Lo lamento, no fue mi intención importunarlo.

–No se preocupe, por ahora ayúdeme.

***

–¿Cómo me dijo que se llama?

–Leonardo Camila, mucho gusto.

–Mucho gusto, me llamo José Olivia. Leonardo, ¿este es el primer suicidio que ve?

–No, ya había presenciado dos más.

–¿Y sabe por qué está pasando esto?

–No, ¿usted sí?

–Digamos que tengo alguna noción. Verá, yo soy médico del gobierno de la región, y esto es simplemente la respuesta de la naturaleza a nuestra sobrepoblación.

–No le entiendo.

–Esta situación es algo que ya saben los altos mandos del gobierno pero como la situación es irreversible, lo están encubriendo con rumores de limpieza social y cosas similares hechas por bandas criminales. ¡Dios! Qué estúpidas son las personas al creer estas versiones, no existen bandas criminales y la dificultad para asesinar a alguien en este hacinamiento en que vivimos es altísima.

–Sigo sin entender. ¿Lo que usted me está queriendo decir es que estos suicidios son algo sistemáticamente realizado por alguien?

–No por alguien, sino por algo. Estos suicidios vienen ocurriendo desde hace un tiempo. El gobierno de la ciudad me puso a la cabeza de un grupo de investigadores para determinar la razón de esto. Los resultados de la investigación fueron muy negativos en todo sentido.

–¿En qué sentido?

–Resulta que todos los habitantes de la región tenemos una bacteria que nos consume hasta llevarnos al colapso mental. La última etapa de esto es el suicidio, del que usted ha venido siendo testigo. Esta bacteria que le digo desarrolló camuflaje, por eso la mayoría de personas no percibe los suicidios en progreso.

Lo miré con la boca abierta igual que un pez que no puede respirar.

–Usted es ahora uno de los pocos civiles que sabe de esta situación. La siguiente mala noticia que le doy es que no existe tratamiento, y con la tensión entre federalistas y centralistas es imposible pedir ayuda extranjera.

–¿Una bacteria? ¿Sin cura? ¿Todos la tenemos?

–Sí, incluso usted y yo.

–No es posible… Y si es así, ¿por qué el gobierno no hace nada?

–Puede pensar lo que quiera. Aunque concuerdo con usted, el gobierno no hizo lo suficiente. Debió comprender la situación antes y con más eficiencia y purificar el agua.

–¿El agua?

–¡Oh sí! La bacteria fue incubada y propagada en el agua. Nos matamos la vida para conseguir suficientes gotas de agua, pero en realidad es el agua misma la que nos mata.

–¿Hay alguna solución? ¡Usted dice ser científico!, ¿no?

–Nada. No hay solución.

–¡Debe haber algo por hacer!

–Solo esperar a que la bacteria haga efecto en usted.

–No puedo aceptarlo.

–Suerte con eso.

–¡Agh!

–Hasta luego.

–¡¿José, qué está haciendo?! Deténgase por favor, ¡José!

***

–Alejandra, ahora enterada, tienes que tener mucho cuidado.

–Relajado, Leonardo, tendré más cuidado. Aunque me cuesta trabajo creerte pues nunca he visto un suicidio de los que hablas.

–¡Esto es en serio, Alejandra! Mírame, te estoy diciendo la verdad. Ese doctor que me contó todo se suicidó prácticamente mientras charlábamos.

–Vale, te creo, ya entendí.

–Tendremos que investigar más acerca de esto, saber si están viviendo lo mismo en otras partes del país.

–Tú sabes cuál es la situación afuera. Ni pienses en salir de la región.

–Lo sé, ¿pero cómo asegurarnos de que esto no es un arma bioquímica de los federalistas? O quizás por eso nos atacan: piensan que estamos usando este tipo de armas contra ellos. Son muchas posibilidades y debemos resolverlas.

–No estoy de acuerdo, es demasiado peligroso.

–Lo sé, pero debo hacerlo. El gobierno no está haciendo nada.

–No puedo aceptarlo, no quiero perderte.

–Es eso o esperar la muerte.

–Prefiero esperar la muerte.

–Está bien, dejaré esa idea de lado. Si nos resta esperar la muerte, quiero esperarla junto a ti.

–A lo mejor sea tarde… ¡¿Leonardo, qué estás haciendo?! Detente por favor, ¡Leonardo!