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PIONEROS
DEL VIDEO Y DEL CINE EXPERIMENTAL EN AMÉRICA LATINA Resumen:
Hay carencia de pesquisas y de datos sobre la historia del video creativo
y del cine experimental en América Latina, principalmente sobre
su “prehistoria”, o sea, el periodo anterior al surgimiento
“oficial” del cine experimental y del videoarte en todo el
mundo (años 1960). Este artículo pretende ser apenas el
inicio de una larga investigación en dirección a la necesaria
recuperación de una historia que aún no ha sido contada.
Al mismo tiempo, nosotros nos preguntamos sobre lo que puede significar
una obra experimental en un contexto latino-americano y lo que la diferencia
de las experiencias realizadas en otros contextos. Key words: experimental cinema, video art, Latin America, Latin American audiovisual. |
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Hablar de video y de cine experimental en América Latina significa hablar de un doble dislocamiento. Por un lado, por ser latinoamericano, este cine y este video sufren la maldición de un casi completo desconocimiento: no hay distribución, no hay acceso a las obras (cuando existen, pues muchas ya desaparecieron), la información existente es mínima y la crítica o el análisis son casi nulos. Todo esto porque el foco de las atenciones del mundo no está sobre este sitio en este momento (¿alguna vez lo estuvo?). Por otro lado, por ser experimentales y no pretender una inserción comercial, este cine y este video ya son naturalmente excluidos en todo el mundo, incluso en los países de producción audiovisual hegemónica. Imagínese, entonces, lo que sucede en el lugar de la exclusión propiamente dicho: América Latina. Refiriéndose al cine de largometraje, Paulo Paranagua, en su Tradición y Modernidad en el Cine de América Latina, afirma que las películas de América Latina, “son minorías suprimidas, desaparecidas, sin derecho a velorio ni duelo, como tantos difuntos del continente” (2003:14). Podemos, entonces, imaginar lo que sucede con la producción audiovisual no estandarizada, con temáticas y estilos que escapan a las reglas del mercado internacional, además de realizarse en anchuras y formatos no comerciales. Podríamos definir esta producción audiovisual por su condición de casi absoluta invisibilidad. No obstante, este video y este cine existen y en una proporción y calidad que impresionan a los (pocos) que se dedican a la aventura de buscarlos, estén donde estén. Últimamente, están surgiendo algunos intentos de buscar, mapear y sistematizar informaciones sobre esta producción invisible, pero vigorosa. El proyecto Videografías Invisibles (2005), una producción conjunta entre España y Perú bajo la curaduría de dos peruanos Jorge Villacorta y José-Carlos Mariátegui, es uno de los esfuerzos más extensos en esa dirección. Comprende una muestra de 41 trabajos de cerca de 50 realizadores, abarcando casi todos los países latino-americanos y también un libro catálogo rico en informaciones. En el 2008 fue lanzado en Brasil la muestra: Visionarios: Audiovisual en América Latina (Moreira Cruz, 2008), con curaduría de Arlindo Machado (Brasil), Jorge La Ferla (Argentina), Marta Lucía Vélez (Colombia) y Elias Levin Rojo (México), que recopila 67 trabajos de realizadores de toda América Latina, sean estos contemporáneos o históricos. Esta muestra, lo mismo que Videografías Invisibles, recorrió gran parte de los países de América Latina (y también de Europa), durante varios años, acompañada de un libro catálogo en tres lenguas. Y recientemente, salió también en España el libro Video en Latinoamérica: una Historia Crítica (2008), organizado por Laura Baigorri, con la participación de cerca de 20 críticos, curadores y realizadores de toda América Latina. La distribución internacional de este libro viene acompañada por una muestra, con una curaduría, también de Laura Baigorri, que abarca una parte significativa de la producción de video de América Latina. Vale la pena mencionar la muestra y el seminario Cine a Contra Corriente: Latinoamérica y España, específicamente sobre cine experimental en América Latina, que un grupo de especialistas está preparando para octubre de 2010 en Barcelona. Paralelamente a esto,
ha habido también muchos esfuerzos para mapear la producción
audiovisual de países específicos de América Latina,
como es el caso del proyecto Made in Brasil (Machado, 2003: libro y muestra),
que abarca el video brasilero desde sus inicios hasta comienzos del siglo
XXI; el libro Historia Crítica del Video Argentino (La Ferla, 2008),
que abarca toda la historia de la producción videográfica
en Argentina; la serie de muestras Fast Foward, con la curaduría
de Luisa Marisy, sobre la producción cubana de video y cine experimental;
la muestra y el libro-catálogo La Condición Video (Aguerre,
2007), sobre los 25 años del video-arte en Uruguay y muchas otras
iniciativas que sería arduo seguir enumerando aquí. Aunque
aún modestos en su alcance, estos proyectos están permitiendo
a sus promotores recorrer toda América Latina en busca de las informaciones
dispersas y del contacto directo con las obras y los realizadores, evitando
de esta forma trabajar en base a los pocos documentos existentes y no
correr el riesgo de repetir lo que ya se sabe. Como resultado, viene a
la luz una América Latina casi desconocida, además de enigmática
y sorprendente en su lujuriosa diferencia. Después de Limite, hay tres ejemplos remotos de cine experimental en América Latina. El primero no se sabe bien si puede ser considerado un producto latinoamericano, pues es una coproducción argentina y alemana, dirigida por Horacio Coppola (conocido fotógrafo argentino) y Walter Auerbach (Alemán). Se trata de Traum (Sueño, en español), realizada en Berlín en 1933 con película de 16 mm. Un hombre (Walter Auerbach), recostado sobre una mesa, duerme y manifiesta gestos de quien está soñando. A través de recursos de animación, objetos aparecen y desaparecen de su mesa durante el sueño, inclusive la foto de una mujer y un billete de dinero. Otro personaje aparece y furtivamente le roba la foto y el dinero. Cuando un close up lo identifica, vemos, sorprendidos, que es el mismo hombre que está durmiendo como si fuese su doble. Comienza entonces una persecución, en el que el primero finalmente agarra y noquea a su doble. La película termina con el vencedor abrazado con la joven de la foto, los dos caminando en dirección al fondo del cuadro. Una especie de William Wilson (Edgar Allan Poe) con un final chapliano y feliz. Otro ejemplo en esa
dirección es Esta Pared No Es Medianera, un cortometraje, en 16
mm, realizado por el peruano Fernando de Szyszlo, en 1952. Artista plástico
ya consagrado en Perú y en todo el mundo, más identificado
con el arte no figurativo, de Szyszlo logró con esta película
una curiosa experiencia con el cine experimental, que remotamente remite
al cine surrealista del periodo mudo (Buñuel, sobretodo). La película
estuvo desaparecida durante un largo periodo, pero se encontró
recientemente una copia en VHS que, según el mismo autor, está
incompleta, como es el caso también de la copia remanente de Limite,
que su autor abogó durante toda su vida que estaba incompleta. La Langosta
Azúl es el resultado de los encuentros del llamado “Grupo
de Barranquilla”, compuesto por Cepeda Samudio, García Márquez,
el artista plástico Enrique Grau y otros que circulaban alrededor.
La película es silente, pero visualmente muy elocuente, de modo
que no necesita palabras para explicarla. Ella mezcla dos cosas casi imposibles
de estar juntas. De un lado, hay una extraña historia de un forastero
(o “gringo”) que llega a una comunidad de pescadores en busca
de ejemplos de contaminación de las langostas azules por radiación
atómica, lo que parece configurar una especie de ficción
científica. Del otro lado, esta historia muchas veces se pierde
y la película se fija en la vida cotidiana de los pescadores, casi
como un documental directo. Algunos personajes son cómicos (el
recepcionista del hotel que está siempre inflando globos, o el
voyeur que, con sus binóculos, espía todo lo pasa en la
aldea), otros trágicos (el “gringo”) y otros simplemente
“naturales” (el pescador). Hay un énfasis exagerado
en detalles absurdamente pequeños y que no están al compás
con la(s) historia(s) que está(n) siendo contada(s), al punto de
que el plot narrativo resulta casi abstracto. En fin tenemos aquí
una estructura semi-narrativa que ya preanuncia todo el posterior desarrollo
del cine experimental dentro y fuera de América Latina. Este video utiliza una frecuencia de edición con cambios cada cinco cuadros, una velocidad de seis intermitencias por segundo; produce fases de ondas cerebrales en ritmo teta. Éste se parece mucho al ritmo alfa, pero se muestra más lento, su frecuencia es de cuatro a siete hertzios y aparece en las sensaciones de placer y de dolor, así como en los sueños y los estados de agresividad; también se puede decir que es un ritmo emocional. Se presentan repeticiones continuas con matrices de titilación, estroboscopía, fulguraciones, paroxísmica, vibración y barridos; respuestas autonómicas en patrones de reconocimiento y cambios fisiológicos activados por impulsos ultrarápidos en la retina y matrices rítmicas de repetición dirigidas al sistema nervioso; áreas de interacción óptica de formas, colores, sonidos y movimientos temporales transmitidas por estimulaciones fóticas; interrupción e introducción de imágenes sin interpretación concreta ni definición de su forma y naturaleza perceptual; video psicofísico, estructura subconsciente con respuestas variables entre desórdenes involuntarios y traumas epilépticos; ataques neuroactivos generados por patrones rítmicos alternados; exposición a un video psicotrópico por su estructura superconsciente con tendencias variables entre emotiva, concentrada y catatónica o alucinatoria; repetición transformacional con apariencias figurativas de imágenes con tratamientos distorsionantes y anamórficos en aspectos físicos contranaturales; aparente animación de imágenes sin correlación de continuidades; video análisis por reordenamiento y síntesis de fenómenos cinematográficos discontinuos o fragmentados; desdramatización y sujetos no predictivos que causan un sistema reflexivo particular; experiencia ilusoria producida por contrastes simultáneos e inducción de reacciones ópticas, sus consecuencias en el sistema autonómico nervioso presentan funciones preconscientes; la exposición a este video puede provocar respuestas desconocidas. Otro importante pionero latinoamericano es el cubano Enrique Álvarez, cuyo video Espectador (1989) es considerado el primer ejemplo de videoarte cubano. Este trabajo alterna la ambigüedad de la condición del espectador de televisión, por un lado autoconsciente de su propia exterioridad con relación al mundo televisivo y, por otro, prisionero de la pequeña pantalla, en consecuencia de los mecanismos proyección e identificación con los que trabajan los medios. Ya Anne-marie Duget (1981: 86) había observado que la perturbación de los signos visuales y sonoros de la televisión, así como el impiedoso recortar y desmontar de programas, constituye la materia de parte importante de sus investigaciones plásticas en video. Por ello, no sería una exageración decir que la televisión ha sido el referente más directo y más frecuente del videoarte durante sus más de cuarenta años de historia en todo el mundo. Álvarez es impiedoso con la televisión, incluso con la televisión cubana que, muy extrañamente, transmite todos los enlatados estadounidenses, tomando como base el argumento elemental de que, en consecuencia del embargo económico de los Estados Unidos, ¡los cubanos no necesitan pagar derechos de exhibición! El video comienza con un zapping por la programación televisiva y termina con un duelo mortal entre un protagonista de la serie policiaca y un espectador común, cada uno con su arma favorita: uno con una pistola automática y el otro con un control remoto. Álvarez realiza, además otras preciosas contribuciones a la historia del videoarte cubano, como el video Amor y Dollor (1990) y la videoinstalación El Malestar de Sofía (2004). En el ambiente argentino, Claudio Caldini es otro pionero cuya obra ha sido objeto de redescubrimiento y referencia para las nuevas generaciones. Entre 1970 y 1983, Caldini realizó una obra bastante sólida en términos de experimento audiovisual, utilizando el súper-8 como formato y low technology. Esta obra está considerada un puente entre el pasado cinematográfico y el presente electrónico. A partir de los años 1990, Caldini se adhiere al video, siempre con inserciones cinematográficas, si bien su mirada y su lenguaje permanecen siempre resolutivamente contemporáneos. Entre las cerca de dos decenas de películas experimentales realizadas en súper-8 por Caldini podemos citar Oferenda (1978), una especie de danza de las flores centellante y multicromática, con resultados visuales casi abstractos. Se trata de una bella lección de edición y sincronización de imagen-sonido, orquestada por el maestro argentino del cine experimental, en base a la música de Alice Coltrane. Adán y Eva en el Paraíso de Judith Gutiérrez (1982) es una pequeña obra maestra en 16 mm, realizada por el ecuatoriano Paco Cuesta. Se trata de un paseo por la obra de la destacada pintora Judith Gutiérrez, también ecuatoriana, en la cual las figuras y paisajes del paraíso perdido cobran vida por medio del extraordinario trabajo de animación y de la compleja sincronización sonora. La película se había perdido y solo recientemente se encontró una copia en avanzado estado de deterioro. Desafortunadamente, los fuertes colores de la pintura de Gutiérrez se perdieron con el paso del tiempo y hoy la película solo se puede ver en un colorido desvanecido. Posteriormente Cuesta se dedicó a la dirección de televisión y trabajó en el canal Ecuavisa. También de Ecuador proviene el nombre de otro importante pionero del video y del cine experimental: Miguel Alvear. Entre las diversas vertientes de trabajo de este realizador, una de las más interesantes es el concepto desarrollado por él, el de la película casera, que sería una película que no tiene pretensiones de construir un gran discurso sobre un gran tema de la historia, sino que tiene un enfoque más íntimo, casi personal, de pequeños temas, casi siempre relacionados con la familia y los amigos. Es una forma de explorar aquello que es propio de las anchuras y de los formatos “amateur”, como es el caso del súper-8 y del video VHS, que se utilizaron masivamente durante mucho tiempo como dispositivos de preservación de la memoria familiar. A partir de los años 1980, Alvear realizó una serie de películas que siguen esta dirección (si bien también tiene trabajos con temáticas y estilos de otro orden), como es el caso de Amina Mar (1990). La base de esta película/video es un material grabado hace muchos años – en súper -8 y sin sonido - cuando la hija del realizador visita por primera vez el mar, con énfasis en el movimiento y en la expresión de sus ojos, que parecen revelar una mezcla de pánico y deslumbramiento. La película fue editada en forma casera con un aparato de visualización y cinta adhesiva y, tiempo después, fue traspasada a 16 mm por medio de una optical printer, explorando el desgaste y los detritos que se produjeron sobre la emulsión con el paso de los años. Finalmente, después de un tiempo, la película fue traspasada a video, a la cual el realizador añadió una banda sonora con el primer Arabesque, de Claude Debussy. Pura epifanía. Diego Risquez también tiene su nombre vinculado a la historia del súper-8 en Venezuela y es posiblemente su más elocuente representante, pero en dirección contraria a Alvear. Logró algo insólito, sobre todo en lo que se refiere a América Latina, que es el producir largometrajes en súper-8 para después transferirlos a 35 mm. Así se produjeron los largos Bolivar Sinfonía Tropical (1981) y Orinoko Nuevo Mundo (1984), además de Amérika Terra Incógnita (1988), este último Súper-16 mm transferido a 35 mm, ¡todos exhibidos en el festival de Cannes! Todas las películas de Risquez tienen una fuerte influencia de Glauber Rocha, sobre todo en su temática y visualidad, aunque son menos indisciplinadas en la forma. Son producciones esmeradas que enfocan siempre temas viscerales de la historia de Venezuela y de toda América Latina, pero en un estilo desdramatizado, a la manera brechtiana. A Propósito da Luz Tropical (1978) es un homenaje (en súper-8) al pintor venezolano Armando Reverón, el artista que, como un antropólogo natural, trató de representar la visión del hombre tropical, ese hombre ciego de tanta luz. Reverón aparece inicialmente pintando sobre un lienzo-espejo que refleja la luz tropical. Volvemos al periodo blanco del artista, donde nada se ve de forma distinta, todas las imágenes están “estalladas”, disueltas en el mar de luz, pero, aun así, se pueden distinguir vagas manchas de lo que un día pudieron haber sido figuras y paisajes. A Propósito es, finalmente, una radical experiencia de incendiar la imagen. Gastón Ugalde es un artista boliviano que trabaja sobre temas de su país, utilizando siempre materiales (objetos, ropa, artesanías, etc.) que se relacionan con la cultura de Bolivia, sobre todo con las poblaciones mayoritariamente indígenas. Su taller en La Paz es también es una galería de arte especializada en arte boliviano contemporáneo, que recoge trabajos de pintura, fotografía y videoinstalaciones. Marcha por la Vida (1986/92), uno de sus trabajos más elocuentes, es una obra en progreso, de la cual ya se han producido diversas versiones y que también se ha asociado a diversas instalaciones. La obra está relacionada con la vida del hombre andino y con la problemática social de Bolivia. Ugalde asocia los coloridos tejidos elaborados por los indios de las diferentes etnias del altiplano andino a los valores culturales y políticos. Los tejidos, para los aimarás e incas bolivianos, así como para los mayas guatemaltecos, representan más que una mera vestimenta o adorno; estos forman una especie mídia têxtil (expresión creada por John Downing en su libro Mídia Radical, 2002: 177/180): son formas de comunicación, de identidad y de manifestación política. En esta obra Ugalde asocia la textura de las mantas bolivianas a la consciencia colectiva y a la resistencia del pueblo contra la miseria y la opresión. Reconstruyen Crimen de la Modelo (1990) es una obra que marca el encuentro entre dos de los más importantes realizadores de video de Argentina: Andrés di Tella y Fabián Hofman. El primero es uno de los más prestigiosos, documentalistas, con una extensa lista de trabajos en su currículo, entre los cuales se puede señalar, por ejemplo Dezaparición Forzada de Personas (1989), Montoneros, una Historia (1995) y La Televisión y Yo (2002). El segundo realizó trabajos como Five Seconds (1982), Los Abuelos de la Nada en Obras (1983) y Subte Line (1985), todos realizados conjuntamente con Carlos Trilnick, otro pionero del videoarte en Argentina. En 1996, Hofman emigró a México, donde dirigió el largometraje Panchito Rex (1999), que tiene también una versión interactiva. Di Tella y Hofman realizaron juntos, también, 70 metros (1989), 33 Millones de Financistas (1991) y Guía del Inmigrante (1993). Reconstruyen parte de una noticia de fait divers: una modelo famosa fue asesinada y el presunto criminal es arrestado por la policía. Pero no hay imágenes de ese drama. Durante el careo, obligan al criminal a hacer una reconstrucción del crimen, en el lugar en donde ocurrió, substituyendo a la víctima por una mujer policía. Ávido de sensacionalismo, el Nuevodiario, noticiero del Canal Nueve porteño, graba la reconstrucción y la edita con un dramatismo refinado, acompañada de una tensa banda sonora, como si el hecho, la reconstrucción y el informe televisivo coincidiesen. Al final, los dos realizadores graban el programa en sus casas y después lo reeditan en cámara lenta y con distorsión sonora, deconstruyendo la versión televisiva de la versión policial de un hecho cuya verdad nunca conoceremos integralmente. Una inmensa acumulación de simulacros marca este video antológico, que generó profundos debates sobre la naturaleza de la verdad y el papel de los medios en la construcción de la realidad. Finalmente. Enrique Colina es un realizador cubano de semidocumentales y también profesor de la Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños, además de presentador de un programa de televisión sobre cine, muy conocido en Cuba. Decimos semidocumentales porque los “documentales” de Colina, además de que están cargados de sentido del humor, no tienen pudor en añadir escenas reconstruidas, partes de ficción, fragmentos de películas y de programas de televisión y toda clase de híbridos, lo que hace que sea imposible clasificarlos. La extensa filmografía de Colina está siempre vinculada a una falsa pretensión de “educar” al cubano en los valores de la ciudadanía, aunque, en el fondo, él utiliza estas pequeñas películas aparentemente institucionales para hacer una dura reflexión sobre el fracaso de la Revolución Cubana. Entre sus películas más conocidas podemos citar: Estética (1984), Vecinos (1985), Más Vale Tarde que Nunca (1986), Yo También Te Haré Llorar (1984), Jau (1986) y El Rey de la Selva (1991). Chapucerías (1987) es tal vez la película más emblemática de la obra de Colina. En español, chapucería es el nombre que se le da a cualquier trabajo de mala calidad, pero también sirve para designar el embuste y la estafa. Con el pretexto de denunciar al chapucero como el incompetente que lo convierte todo en destrozos y chatarra, la película acaba por operar como una metáfora de un país que fracasó. Se trata de una comedia inclemente, disfrazada de documental, en la que el “chapucero” aparece como un monstruo de las películas estadounidenses de terror de los años 1930 y 40. La película está construida como si fuese un quest show de televisión, con preguntas y respuestas sobre dichos monstruos. Contaminada por el mismo mal que denuncia, incluso la película resulta destruida por la mala calidad del trabajo de sus realizadores. Este pequeño panorama de vídeos y películas experimentales latinoamericanos es evidentemente incompleta, como no podría dejar de ser, sobre todo considerando la escases de información de la que disponemos hasta el momento y los límites de páginas de un artículo. Quedaron por fuera nombres fundamentales, como los de los colombianos Carlos Mayolo y Luís Ospina, del costarricense Manuel Zumbado, del chileno Nestor Olagaray, de la mexicana Ximena Cuevas, del argentino Carlos Trilnick, de los brasileros Arthur Omar y Edgar Navarro del venezolano Carlos Castillo, entre otros y solamente considerando los históricos. Faltaron también nombres consagrados, como el de los chilenos Juan Downey y Raúl Ruiz, del puertorriqueño Edin Vélez, de la cubana Tania Brurguera, de los argentinos Marta Minujin y Jaime Davidovich, que, a pesar de ser latinoamericanos de origen, desarrollaron la mayor parte de sus obras en el exterior, sobretodo en Estados Unidos (Francia en el caso de Ruiz). Pero podemos encarar las primeras tentativas de abordar el video y el cine experimental latinoamericano como el inicio de una larga trayectoria en la dirección de la necesaria recuperación de una historia que aún no fue contada. Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia. |
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Obras citadas: |
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