_________________________________________________________________________________________
Video Arte en Colombia
volver
arriba
En 1976, un primer evento marca el inicio de
la presencia pública del video arte en Colombia: la instalación Video
Jardín de Nam June Paik, junto a una muestra de obras norteamericanas
que se exponían en el Centro Colombo Americano de Bogotá. Aún con lo insólito
de estas novedades artísticas, se edita un primer catálogo, pero apenas
una pequeña reseña se ocupó del tema en la prensa. Marginación e indiferencia.
Para finales de la década de los 70's, unos pocos artistas en el país
empezarían a realizar y exponer obras en video (Sandra Llano, Rodrigo
Castaño y G.Ch.); en el exterior, con situaciones más propicias y receptivas,
algunos artistas colombianos se destacaban (Michel Cárdena, Raúl Marroquin
y Jonier Marín) como reconocidos pioneros en países europeos. A comienzos
de los 80's, poco cambiaba: recordemos que la situación, como en tantos
otros países, no daba para mucho: los equipos todavía eran de difícil
acceso o muy caros, y la formación e información videoartística casi nula.
Aún así se daban las primeras instalaciones, algunas obras representativas
colombianas que se exponían en el exterior (Museo de Arte Moderno de Nueva
York) y unos cuantos ensayos críticos que esporádicamente aparecían en
revistas de arte nacionales (Arte en Colombia, Revista). También, pocos
videoartistas internacionales nos visitaban y exponían (Bucky Schwartz,
Geo Rypley, Les Levine), pero era suficiente para crear un cierto clima
de expectativa, alimentado a la vez por la creciente importancia que
el video arte adquiría a nivel mundial.
A partir de la mitad de los 80's, la actividad se dispara: el Museo de
Arte Moderno de Medellín organiza desde 1986 la Bienal Internacional de
Video, una de las exposiciones más importantes de video arte en el continente,
que reúne obras del mundo y creadores invitados (Jeremy Welsh, Marc Paradis,
Patrick Prado, John Orentlicher, John Sanborn, entre otros) que provocan
fértiles talleres; la formación aparece en varias universidades (U.de
los Andes, U.de Antioquia), iniciando a los estudiantes de bellas artes;
comienzan las muestras de videoartes nacionales (Arter), también los primeros
programas de televisión dedicados al tema (Una mirada a Francia). Esto
y unas condiciones más favorables para el arte experimental y audiovisual,
así como la revolución de los pequeños formatos, fomentaron un ambiente
que hoy está en plena eclosión, con eventos y exposiciones que se suceden
con frecuencia, cursos y seminarios en casi todas las universidades y
centros culturales, haciendo que el video arte aparezca como una moda
de la cual todo el mundo habla pero pocos conocen. Es así como todavía
son pocos los realizadores constantes o dedicados, y se carece de suficientes
obras importantes. Hacen falta también seguimiento crítico, videotecas
organizadas, espacios idóneos en TV y galerías, así como apoyos e incentivos
a la producción (por ejemplo a través de acceso a equipos profesionales
en laboratorios dedicados). Pero se está en pleno desarrollo y los pasos
se están dando con seguridad: podemos ya contar con el video arte colombiano.
Esta selección colombiana de nueve obras se hizo de un total de treinta
y tres videos recientes, propuestos a partir de una convocatoria nacional.
Después de analizados y criticados, se prefirió reducir la cantidad aceptada
(se había fijado un máximo de quince obras) en beneficio de calidades
más seguras. Todavía en Colombia se confunden realizaciones independientes
o alternativas con video arte; también persisten los trabajos incipientes,
tanto formal (técnica) como conceptualmente, que pretenden ingenuamente
a lo artístico.
La selección muestra ejemplaridades del video arte en Colombia, con sus
originalidades culturales propias que seguramente se reconocerán. Las
diversidades incluyen: sofisticaciones técnicas junto a realizaciones
con equipos caseros, arte conceptual y otros sencillos personalismos,
bagajes plásticos alternando con influencias televisivas, arte corporal
con imagen sintética, temáticas sobre especificidades del video suceden
a visiones selváticas.
Muchas son primeras obras de autores que ni siquiera han expuesto anteriormente
o no pertenecen a contextos artísticos, y, sin embargo, hay mucho por
apreciar en estos video artes colombianos:
Indias Mix de Alvaro Moreno, propone una neosicodelia amazónica con efectos
de retroalimentación y posterización que recrean pictoricismos arcaicos
e indigenistas, compuestos de una remezcla de culturas alucinadas. Atrapada
de Ana María Krohne, presenta una visión subjetiva de vértigo y claustrofobia
a la vez, creada por animaciones tridimensionales sobrepuestas a tomas
de profunda perspectiva que amplían el espacio videográfico. El cargador
de imágenes de John Jairo Restrepo, muestra formas arquitectónicas dentro
de aspectos humanos cotidianos de la región de Antioquia, a través de
ventanas que funcionan como metáforas visuales del encuadre de video mismo.
Asfixia de Santiago Echeverry, representa problemáticas o estados de
frustración sexuales, en acciones corporales expuestas en primera persona.
La saturación de imágenes en sobreimposición y que figuran en el fondo
en un televisor, parecen determinar una injerencia del medio masivo sobre
la confusión presentada.
Amerika-no de Harold Trompetero, es una divertida versión de cierta historia
colombiana 1 convertida en analogías burlescas por la sensible estética
y frescura del registro de imágenes. Cuatro elementos de Gonzalo Chacón,
resuelve la unión de materiales naturales a través de videografías electrónico-digitales,
tratamientos cromáticos abstraccionistas, elegantemente puestos en ritmo
editado.
Sin título, el despertar del explorador Francés Doctor Saffray y Malaria
de José Alejandro Restrepo, es una serie de tres plano-secuencias muy
cortos, donde percepciones ideológicas, históricas y fisiológicas en la
selva Amazónica, son expresadas en esencia con claridad por una inteligente
conceptualización.
Ifi tajist kratistos de Erika Rettig, pretende rescatar temáticamente
el origen clásico del deporte integrado al arte, con una dinámica edición
y montajes paralelos que comparan éticas diferentes con coherencias videológicas.
Narciso de Ricardo Restrepo, un sencillo plano-secuencia fijo y frontal
produce un efecto de autorreflexión, tanto visual como mental, sobre ciertas
condiciones apreciativas del arte en video.
Gilles Charalambos
Bogotá, 1992
|