Cartas fundacionales: el horizonte cartográfico de las primeras repúblicas
Caresco de los conocimientos suficientes, de instrumentos necesarios y lo que es más en esta provincia no hay quien pueda suplir esta falta para formar el Mapa de ella como lo pide usted […] Tal vez la República no tiene provincia tan desconocida como esta. No he podido hallar una carta, ni tengo noticia que alguno la haya formado sino es la que existía en el Archivo de los padres misioneros del Meta que según se me ha asegurado se la llevó el prefecto que fue de ellas […]. Pero para cumplir en cuanto me es posible, he formado y remito a Usted un diseño que presenta la superficie de la provincia. El no contiene dimensión alguna de distancias, de longitud, ni latitud, por el motivo expresado.
Oficio firmado en Pore el 19 de mayo de 1825 (Archivo General de la Nación).
La primera mitad del siglo XIX fue un periodo de cambios significativos en toda Hispanoamérica. Efectivamente, la dominación del Imperio español en América se derrumbó durante las primeras décadas de este siglo, dando lugar a numerosos intentos por construir estados independientes. Estos intentos, a su vez, enfrentaron múltiples dificultades de orden económico, político, social y territorial que llevaron a las nacientes repúblicas a sufrir cambios bruscos y permanentes en su modelo de gobierno y en su organización social. En el caso del territorio de lo que hoy entendemos como Colombia, en pocas décadas pasó de hacer parte del Virreinato de la Nueva Granada (1739-1810) a ser un territorio fragmentado, conocido como las Provincias Unidas de la Nueva Granada hacia 1811. Luego vino el efímero intento de la unión colombiana (1819-1831), conocida como Gran Colombia, para dar lugar al Estado de la Nueva Granada (1832-1858).
Como es de imaginarse, todos estos cambios afectaron profundamente la concepción sobre la geografía del país y, con ello, la representación del territorio propuesta por los mapas. De hecho, esta época de fundación estatal trajo consigo hondas inquietudes de orden geográfico que podrían formularse de la siguiente manera: ¿dónde empezaban y dónde terminaban los dominios territoriales del nuevo Estado?, ¿cómo dibujar los límites y la silueta del país?, ¿debían sus provincias mantener vínculos de unión fuertes o más bien laxos?, ¿tenía el país los recursos naturales y económicos suficientes para ser sostenible como Estado? Los conocimientos geográficos y cartográficos estarían allí para tratar de resolver algunas de estas preguntas.
Los cambios en Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo XIX afectaron profundamente la concepción sobre la geografía del país y, con ello, la representación del territorio propuesta por los mapas
Por eso, bajo la Gran Colombia se expresó un fuerte interés en torno a la exploración y a la representación del territorio que dio inicio a un proceso de reimaginación y de resignificación de su geografía, en consonancia con los valores republicanos que querían ponerse en marcha tras la ruptura con España. Como parte de ese proceso, se imprimió la primera obra geográfica del país, “Colombia: siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial política, etc., adaptada para todo lector en general y para el comerciante y colono en particular”, editada por Francisco Antonio Zea y Alexander Walker. Esta obra se editó en español, inglés y alemán entre 1822 y 1824, como parte del propósito de presentar los recursos naturales del país a las potencias europeas, buscando fomentar la inmigración y la inversión extranjera, particularmente británica, con miras a reactivar la producción minera que se situaba como la base de la economía en la región.
En la Gran Colombia hubo un fuerte interés por la exploración y la representación del territorio que dio inicio a un proceso de reimaginación y resignificación de su geografía
Allí se propone una mirada de conjunto al prolongado territorio, enmarcado entre el océano Pacífico, el mar Caribe y el río Amazonas, haciendo énfasis en su relieve montañoso, propio de la cordillera de los Andes. El cartucho decorativo proporciona imágenes alegóricas a la nueva nación: se muestra la unión de una figura masculina apoyada sobre una vasija de la que brota el río Orinoco (antigua Capitanía de Venezuela) y una figura femenina que se apoya sobre una vasija de la que brota el río Magdalena (Nuevo Reino de Granada), detrás de las cuales se yergue el volcán Chimborazo y otras cumbres nevadas, que representan a la Audiencia de Quito. En el centro de ambas figuras abre sus alas un águila, símbolo de la libertad, sobre un escudo de armas y una estela con la frase “Ser Libre o Morir”. En el ambiente de la escena se evoca la exuberante vegetación americana.
El trazado de este mapa se hizo principalmente a partir del uso de mapas precedentes. Sin embargo, desde el gobierno de la Gran Colombia existía la firme intención de elaborar una carta nueva que, además de la investigación en otros documentos y fuentes geográficas, incluyera información reciente a partir del conocimiento del terreno. Al no existir los recursos financieros, científicos o técnicos suficientes para realizarla, en 1823 se emitió desde el gobierno un decreto que pedía a los gobernadores de las provincias apoyar el proyecto de construir la Carta General de Colombia, enviando mapas elaborados por ellos mismos o alguno de sus coterráneos en los que se señalaran límites, extensión, ríos navegables y principales producciones de las regiones que estaban bajo su jurisdicción.
En 1823 el gobierno emitió un decreto exigiendo a los gobernadores de las provincias enviar mapas en los que se señalaran límites, extensión, ríos navegables y principales producciones de las regiones que estaban bajo su jurisdicción
Probablemente, por presentar una visión fragmentaria y poco técnica, estos mapas provinciales no fueron utilizados como base para la elaboración de la carta general del país. Sin embargo, paralelamente, el Ministro del Interior de la nueva República reunió un conjunto de materiales cartográficos y se apoyó en los trabajos del ingeniero español José Lanz para elaborar la Carta de la República de Colombia (París, 1827) incluida como parte del atlas anexo a su obra Historia de la Revolución de la República de Colombia. Este mapa presenta la división interna del territorio en departamentos según las últimas leyes y, así mismo, propone la imagen de un país cohesionado, demarcado y políticamente estable que serviría como carta de presentación ante el mundo en el contexto de la búsqueda de reconocimiento diplomático de las nacientes repúblicas suramericanas.
No obstante, el final del proyecto grancolombiano y la fundación del Estado de la Nueva Granada en 1832, hicieron que los intentos cartográficos previos dejaran de tener la validez para los cuales habían sido construidos y planteó una vez más la necesidad de elaborar mapas según la nueva forma y dimensiones del Estado. A su vez, la escaza estabilidad institucional hizo que, durante varios años, la inquietud por trazar el mapa de la Nueva Granada se mantuviera latente sin lograr concretarse.
Solo hacia la segunda mitad de la década de 1840, de manera simultánea a la aparición de un proyecto modernizador del Estado y de la sociedad, tienen lugar algunos hechos y procesos que marcan el inicio de una etapa nueva para la cartografía granadina. Uno de ellos fue la elaboración del Mapa de la Nueva Granada dedicado al barón de Humbodlt (París, 1847), por Joaquín Acosta. Desde su juventud, Acosta había recorrido diversas regiones del país y, además, tenía contactos con naturalistas y geógrafos europeos como Humboldt y Jean Baptiste Boussingault, quienes le permitieron acceder a información relevante para elaborar su mapa. La publicación de este mapa generó diversas polémicas y marcó un derrotero a seguir a todo lo largo del siglo al abordar varias discusiones relacionadas con la división interna del territorio y, particularmente, con la temática de los límites del país en Centroamérica, con Venezuela, en el sur y suroriente.
Finalizando la década de 1840 se sentaron las bases de lo que sería la primera expedición geográfica oficial que tenía la función de levantar el mapa de la totalidad del país y de cada una de sus provincias a partir de un conocimiento directo de su geografía y de su población: se trataba de la Comisión Corográfica de la Nueva Granada, cuyo liderazgo estuvo a cargo de Agustín Codazzi.
Puede observarse entonces que el paso del periodo colonial a la República marcó el final de una cartografía directamente vinculada a los intereses imperiales de España
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