Línea y polígono: el internauta y la revolución espacial
“En nuestra época actual se hacen cosas que en la antigüedad ni se soñaban… Los navegantes de nuestro tiempo nos han dado un nuevo globo terráqueo”..
Jean Fernel (1530)
La web 2.0 y los nuevos proyectos cartográficos son los protagonistas de la actual “revolución espacial” y, junto con los avances tecnológicos, están cambiando nuestra forma de pensar, de comportarnos y de interactuar con el espacio. Hoy, la información geoespacial influye en gran parte de nuestra cotidianidad, desde un servicio a domicilio en una aplicación móvil hasta la compra de un artículo en la web, en palabras de Google Maps “ruta desde aquí” y “ruta hacia aquí”. Los objetos tienen itinerarios y el uso de aplicaciones de mapas están permitiendo que lleguen a nuestras manos. Simultáneamente está ocurriendo una reinvención visual, material y topológica de la cartografía, en la que nuestro lenguaje cartográfico se ha ido agudizando, simplificado y especializando. Del mismo modo, la racionalidad cartográfica se está concentrando en retratar detalladamente el territorio a partir de tres categorías geométricas, convencionalmente conocidas como el punto, la línea y el polígono.
La reinvención visual, material y topológica de la cartografía ha retocado las formas humanas de concebir y de estructurar el mundo
Nuestra racionalidad cartográfica reúne las formas de la realidad en tres categorías geométricas: el punto, la línea y el polígono
Por primera vez todos tenemos acceso abierto a una variada información geográfica de Colombia y del mundo, especialmente cartografía de escala local, producto del moderno espíritu “wikipediano”. Entonces, cabe destacar el proyecto OpenStreetMap (2004), el gran mapa planetario de carácter extraoficial y open source que permitió construir un nuevo Padrón de la cartografía, hecho que ha ampliado considerablemente el uso y la producción del conocimiento cartográfico. En efecto, los puntos, las líneas y los polígonos que conforman el mapa de Colombia ya no solo son hechos por sujetos o instituciones con autoridad científica y política como el Cosmógrafo del Rey, Caldas, Codazzi o la Oficina de Longitudes. Por el contrario, son esfuerzos que empiezan a descentralizar la producción del conocimiento cartográfico, donde potencialmente todos tenemos el rol del cartógrafo.
En la actualidad, OpenStreetMap convoca a más de cuatro millones de usuarios, que representa, sin duda, la comunidad más grande de mapas que participa orgánicamente en la generación de información geoespacial planetaria, nutriéndose de fuentes de información públicas y abiertas. Su infraestructura se encuentra parcialmente descentralizada y es gestionada y desarrollada desde diferentes locaciones del globo. A su vez, los contenidos cartográficos del proyecto están incidiendo en el ordenamiento territorial de Colombia y en el del mundo. Ya no solo nos interesamos en dibujar o definir las divisiones político-administrativas de un país, nos esforzamos por incluir cada detalle del territorio en el mapa, registramos múltiples lugares, desde las infraestructuras urbanas y rurales hasta el polígono de nuestra casa. Hechos como el mapeo de la Guajira (2016), en el que se identificaron cuerpos de agua y asentamientos humanos en la crisis por sequía de las comunidades Wayúu; Mocoa (2017), en donde se realizó la actualización cartográfica en la planificación de acciones posteriores al deslizamiento de tierras; e Hidroituango (2018), donde Humanitarian OpenStreetMapTeam comprueba el impacto social de la cartografía crowdsourcing en el contexto de las crisis en Colombia. Sin vacilación, la “Comunidad #OpenStreetMap [siempre está] lista para mapear […]”, ¿y tú quieres ayudar a mapear Colombia? Porque el territorio colombiano no termina de trazarse.
OpenStreetMap convoca a más de cuatro millones de usuarios, la comunidad más grande de mapas que participa en la generación de información geoespacial planetaria
A su vez, las instituciones públicas y privadas del país no paran de cartografiar el territorio, algunas de ellas se interesan cada vez más en liberar información geográfica, acción significativa que ayuda a potenciar las trasformaciones sociales en el territorio. Por su parte, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi lleva más de 80 años produciendo la cartografía oficial de Colombia y entre sus proyectos con vocación open data se destaca el Geoportal y la Infraestructura Colombiana de Datos Espaciales (ICDE). De igual manera, vale citar los avances en levantamientos cartográficos de áreas marítimas y fluviales del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas (CIOH), que junto a La Dirección General Marítima (DIMAR) producen gran parte de la cartografía náutica del país. Por lo anterior, cabe recordar que el territorio colombiano comprende una extensa área marítima y por ello consignas como la de INVEMAR “Colombia [es] 50 % Mar” guían las nuevas significaciones del territorio. Asimismo, decenas de esfuerzos de interés ambiental, geológico, histórico, estadístico y gubernamental liberan datos del territorio colombiano.
A partir de trazos, las comunidades locales y globales son las protagonistas de la emancipación cartográfica
Así, el arcaico interés de confeccionar un retrato del actual territorio que conocemos como Colombia permanecerá en vigencia, desde el mapa de Juan Nieto, de la década de 1590, hasta el actual mapa nacional del IGAC, los esfuerzos por cartografiar continuarán codiciando la “verdadera” o más exacta representación del territorio. Entonces nada acabó, Colombia y el resto del mundo seguirán trazando nuevas líneas, puntos y polígonos donde los criterios y los propósitos de representación no serán estáticos. En épocas venideras las técnicas y las tecnologías seguirán modificando los artefactos cartográficos que conocemos, y la reinvención material, así como nuestra razón cartográfica, acompañarán la existencia humana.
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