​Con la presentación de “Tiempos idos”, la biografía de Poncho Cotes Queruz escrita por Juan Celedón, el miércoles 24 de octubre, se cierran las Sesiones Vallenatas, el espacio que la Biblioteca Nacional destinó para la música, historia y personajes del vallenato desde la inauguración de la exposición “La hamaca grande” el pasado 11 de mayo. 

De la mano de Valentín Ortiz, para entonces asesor de la Biblioteca, el año pasado presenté un proyecto que fue inmediatamente acogido por Consuelo Gaitán, su directora, para que la música vallenata fuera la homenajeada este año en el Salón de Exposiciones atendiendo su carácter literario y poético: “El vallenato se hizo para contar historias y para reflexionar. Que se sepa, nadie ha inventado una causa mejor. Podrá haber todo un movimiento lacrimoso y estribillista como el que ahora se propone, pero el género sigue siendo de genoma literario”, dijo Ernesto McCausland.

En los orígenes de esta exposición agradezco el trabajo del museógrafo José Vidal y de Julia Roldán, mi enlace permanente con la Biblioteca, así como la generosidad  de Julio Oñate, Rodolfo Quintero, Ricardo Gutiérrez, Iván Gil, Celso Guerra, Tatiana Duplat, Roberto y Darío Pavajeau, Cecilia Monsalvo, Julio Daza, Beto Murgas y Rita Fernández.

Desde mayo, todas las semanas la música vallenata se tomó el auditorio de la Biblioteca, un edificio solemne que nunca antes se había abierto al folclor. Desde el principio se quiso generar un espacio de divulgación, conocimiento y reflexión desde diversas expresiones. Fue así como, entre muchos otros, tuvimos allí a Ciro Guerra presentando su película y en entrevista luego con Sara Araújo. Vimos también el documental del vallenato Rey Sagbini, el debate entre vallenato tradicional y moderno entre Salcedo Ramos y Quintero Romero, la charla de Gustavo Durán o la de Ricardo López sobre Tobías E. Pumarejo. 

Se presentaron también conferencias magistrales, como la del investigador samario Joaquín Viloria y su hallazgo de los manifiestos de aduana que dan fe de la cantidad exacta de acordeones y del puerto por donde ingresaron al país a finales del siglo XIX; la de Osvaldo Sarmiento, quizá el mayor conocedor de la historia discográfica de esta música; la de Julio Oñate y Ariel Castillo, sobre la geografía del vallenato ayer y hoy. Y muchas otras que siempre contaron con un público ávido y emotivo que aplaudió, y que cantó cuando el acordeón se hizo presente, como el del rey Beto Jamaica.

Varias veces quisimos festejar a Alberto Fernández, quien no pudo acompañarnos por razones de salud. Quedaron también por fuera temas importantes por razones de tiempo, como un homenaje a Hernando Marín Lacouture. Lo cierto es que, por más de que algunos digan lo contrario, el vallenato está vivo, el de ayer y el de hoy, y en su divulgación seguiremos trabajando desde otras trincheras.

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