Mujer del trópico

  De dónde vino, navegando el aire,
   como ligera caña al ágil viento,
de músicas remotas coronada?


 

Galgo de nube el cielo rastreando
con un lunar de estrellas en el pecho,
como si fuera lirio de la noche.


 

Herido de tu ausencia voy gimiendo;
el corazón bañado de suspiros
rodando al propio fondo de mi llanto.


 

Frutal deliquio a mi sentido ajeno
tu beso aroma en la mitad del día
cuando el reloj agita lanzas pares.


 

Ciervo de amor, galgo de nube, caña
de viento; siempre eres la medida
que la muerte dispara a nuestros brazos.


 
 
 

Sin ti, oh, desposada de la tierra,
virgen del Ande, diosa de los lagos,
delfín de sal, la pena innumerable
será la muerte de la sangre adentro.


 

Negra que a la alta noche vas subiendo,
del ala del zamuro bien guardada;
tu voz mueve la espuma de los mares
y despierta delfines charolados.


 

Tu boca es la naranja en dos partida,
tu lengua helada fruta en copa pura,
tu mano, de cristal, en la mañana
hiere el día con dulce movimiento.


 

Tu nariz es colina al norte alzada
y al valle de tu labio descendida.
Tus manos se han juntado en amoroso
lazo como dos ríos en su afluencia.


 

Tu cuello es la palmera construida
como escala a la estrella y a la nube,
verde tallo de luz atado al día
y fino junco al aire desplegado.


 
   
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