1
Metafísica


 

  Yo sé que el cielo es para otros.
  En dónde puedo descansar?
Frente a la eterna eternidad perdida
sólo te tuve a ti, flor de un instante.
Sé que vas a morir: que estás muriendo ya.
Y sin embargo, qué me ha dado la vida?


 
 

2
Paisaje


 

Quién ha matado el paisaje?
Ya nada dice a mi espíritu.


 

Ruedan, ruedan, ruedan, ruedan,
los árboles en el viaje.
Corren las aguas del río,
la brisa teje guirnaldas.
Para qué?
Ya nada dice a mi espíritu.
Quién ha matado el paisaje?
Sólo tú.
Ya se lo llevan en sombra,
lo sepultan en la noche.
Los grillos lloran y lloran.


 

Si yo te viera llorando
tal vez podría consolarte!


 
 

3
Renunciamiento


 

Para qué te quiero, amor,
si ya no soy de su mundo?
Haz un esfuerzo de olvido,
que yo la quiero feliz.
Pero no con esa turbia
felicidad de los otros.
Con esta que yo le doy
abrevada en mi martirio.


 
 

4
Desolación


 

Nada. Alguien dice mi nombre:
pero es a mí a quien llaman?
Yo quisiera gritarlo:
he perdido las alas!
No me llaméis ya más.
No me saquéis del fondo de la noche
donde lloro un cadáver de luz.
El hombre, ángel sin alas,
apenas logra el ímpetu divino del deseo.
Solo. Solo es ser grande;
y humano, tan desoladamente humano!


 
 

5
Vencimiento


 

Vencimiento total. Para las mismas aves
es imposible el vuelo sin apoyo.
Soy retornado río hasta su seco cauce.
Viento que se regresa hasta la nada inmóvil.
Savia devuelta al hondo dolor de sus raíces.


 

Vencimiento fatal. Hasta los mismos astros
padecen el encierro sideral de sus órbitas.
Soy árbol florecido que nunca ve sus frutos.
Silencio no cruzado por voces de esperanza.
Península angustiada del mundo hacia la estrella.


 

Amor que nunca tiene la sensación del eco.
Amor no dialogado, sentido, padecido,
que más que amor, herida debiera ser nombrado.
Qué altos y qué bajos ángeles desterrados
somos en este mundo de los seres deseados!


 

Hasta aquí tu presencia, si alguna vez la tuve.
Sirena en la burbuja trémula de una lágrima
adelantaste el mundo de lo que no se logra
con tu voz angustiada, clara, en mi noche pávida.


 

Pero por el instante dulce de tu palabra
yo seguiré viviendo mis mares desvelados:
porque tal vez un día vuelva a sufrir engaño
y un corazón escuche por tus labios cerrados.


 
 
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