La idea de brevedad se hace fundamental cada que se abordan las consideraciones sobre el microrrelato. Aunque, a decir verdad, la brevedad sea tan solo uno de los rasgos que es necesario analizar en este género experimental. Ocurre, sin embargo, que la noción de breve es eminentemente subjetiva. Se puede considerar “breve” un relato de diez páginas, pero también lo será uno de una página, e igualmente -y con mayor razón- algún texto de extensión aun menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Por otra parte, tanto la extensión como su constante adaptabilidad a través del tiempo hacen de este género un lugar en el que fenómenos como la hibridación y la fragmentación encuentran un terreno fértil lleno de matices y posibilidades. Ensayo, poesía, novela mínima, aviso clasificado, versículo, máxima, el microrrelato nos ha permitido la aventura del encuentro entre géneros que antes se pensaban opuestos y que aquí se cruzan, se entrelazan, se conjugan en un proceso de hibridación que da lugar a una experiencia particular en la escritura. Es importante señalar también que al contrario de lo que sucede en la novela o en el cuento, donde el lector recibe más pistas por parte del narrador, y se enfrenta a un universo ficticio mucho más elaborado y rico, en el microrrelato el lector acude desde su experiencia a un diálogo interactivo en donde su presencia es fundamental. Al carecer de descripciones profundas o de un retrato psicológico de los personajes que le introduzca en la trama que, además, suele ser muy escueta, casi inexistente en ocasiones, el papel del lector ha de ser, sin duda, mucho más activo. Por lo tanto, se trata de un tipo de texto que exige cierto compromiso por parte del lector, que muchas veces debe releer el microrrelato para percatarse del giro final, tan sorpresivo a veces, o simplemente elaborar en su pensamiento lo que el texto apenas esboza para alcanzar la plena comprensión del mismo. Tallerista: John F. Galindo