Desde su primer contacto con el cine durante las proyecciones que de niño vio en su natal Aracataca, García Márquez tuvo, como buena parte de su generación, la impresión de que éste había llegado para imponerse como la más poderosa forma de comunicación creada por el hombre. Como él mismo reconoció en sus memorias, su verdadera iniciación con la narración se dio en las inolvidables sesiones en las que su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, lo animaba a contar en la mesa familiar las historias que había visto en las películas del día anterior.
Años después en Barranquilla, García Márquez compartió con su amigo Álvaro Cepeda Samudio el entusiasmo por el cine, la novedad más intrigante en la feria del siglo XX. Este deseo de renovación los llevó a ensayar con la crítica y la producción de cine. Así nació el cortometraje La langosta azul, de 1954, una colaboración entre Cepeda y el catalán Luis Vicens, en la que Gabriel García Márquez participó modestamente.
Poco después, García Márquez trabajó reseñando los estrenos de la semana en El Espectador de Bogotá en 1954 y 1955. Por esta columna, ha sido reconocido como “pionero” de la crítica cinematográfica en la prensa nacional.
Animado por su interés por el cine europeo, García Márquez decidió quedarse en Roma estudiando cine, después de ser enviado por su periódico a cubrir la Conferencia de los Cuatro Grandes en Ginebra, Suiza en 1955. A pesar de que terminó abandonando esta carrera, su formación cinematográfica le daría una idea muy precisa de las técnicas narrativas que después usaría en su literatura.
En Italia, García Márquez conoció el trabajo de guionistas que admiraba y de quienes aprendió sobre la escritura de guiones, labor a la que se dedicó desde 1961 en México. Contratado primero para adaptar algunas obras literarias de Juan Rulfo al cine junto al escritor mexicano Carlos Fuentes, García Márquez pronto brilló también con luz propia por guiones originales como Tiempo de morir, llevado a la pantalla grande por Arturo Ripstein en 1965, y por la adaptación de su cuento “En este pueblo no hay ladrones”, realizada en 1965 por Alberto Isaac, entre otras producciones. Durante esta estadía en México, en poco menos de seis años, García Márquez alcanzó a escribir o coescribir más de una docena de guiones llevados a la pantalla por directores como Luis Alcoriza, Roberto Gavaldón y Felipe Cazals.
En la década de 1960 y 1980 García Márquez siguió trabajando como coescritor de algunas adaptaciones de sus obras realizadas por directores como Miguel Littín, Ruy Guerra y Fernando Birri. En 1985, fundó en Cuba la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, donde dictó numerosos talleres de escritura de guion y de donde ha salido toda una generación de nuevos productores latinoamericanos. Hasta el día de hoy, realizadores de todo el mundo siguen haciendo adaptaciones de cuentos y novelas de García Márquez al cine.
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