Domingo
En donde un hombre se lamenta como un hombre
Un domingo sin ti, de ti perdido,
es como un túnel de paredes grises
donde voy alumbrado por tu nombre,
es una noche clara sin saberlo
o un lunes disfrazado de domingo;
es como un día azul sin tu permiso.
Llueve en este poema, tú lo sientes
con tu alma vecina del cristal:
llueve tu ausencia como un agua triste
y azul sobre mi frente desterrada.
He comprendido cómo una palabra,
pequeña, igual a un alfiler de luna
o un leve corazón de mariposa,
alzar puede murallas infinitas,
matar una mañana de repente,
evaporar azules y jardines,
tronchar un día como si fuera un lirio,
volver granos de sal a los luceros.
He comprendido cómo una palabra
de la materia azul de las espadas
y con aguda vocación de espina,
puede estar en la luz como una herida
que nos duele en el centro de la vida.
Llueve en este poema y el domingo
gira como un lejano carrusel:
tan cerca estás de mí que no te veo,
hecha de mis palabras y mi sueño.
Yo pienso en ti detrás de la distancia,
con tu voz que me inventa los domingos
y tu sonrisa como vago pétalo
cayendo de tu rostro sobre mi alma.
Con su hoja volando hacia la noche,
rayando de llovizna y desencanto,
este domingo sin tu visto bueno
llega como una carta equivocada.
La tarde, niña, tiene esa tristeza
del aire donde hubo antes una rosa:
yo estoy aquí, rodeado de tu ausencia,
hecho de amor y solo como un hombre.
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