Elegía

a   Maruja Simmonds,  sobre el cielo   de   Popayán 

  Como si hubieran apartado un rosal,
  o suspendido el ritmo de un cantar,
  o abatido, de pronto, una bandera.
   Gerardo Valencia
 

  

1

 

  En Popayán de piedra pensativa.
  En su clima de tibia melodía.
Bajo una antigua niebla de leyendas
y un trémulo glosario de campanas,
era Maruja Simmonds dulce y firme
con su alma de roble y de violeta.


   

Bajo ese breve cielo de su frente,
dos primaveras mínimas: los ojos.
Dos recuerdos de luna eran sus manos.
Y en su voz anidaba una paloma
de dulzura, de llanto, de sonrisa.
Asomaba la luna por su hombro.


   

Como un arroyo húmedo de cielos
bajando por los días era su cuerpo.
Como estatua morena de azaleas.
Como caliente nudo de perfume.
Como humana respuesta a las estrellas.
Así Maruja Simmonds en la tierra.


   

Dibujada en la luz de Popayán.
Por un arpa escoltada y una rosa.
Dos abejas azules en sus sienes
zumbaban y era el alto mediodía,
el cenit amoroso del verano,
la dorada estación de la alegría.


   

2

 

Miro con la mirada del poema:
tres doncellas avanzan por un prado,
—verde alfombra de ritmo vegetal—:
Maruja como el Hada del Rocío,
Mercedes como el Ángel de las Frutas,
Carmiña de cristales indecibles.


   

Van tejiendo guirnaldas de canciones.
Son un techo de aroma los naranjos.
Y piensan arco-iris las hortensias.
Carmiña como un ramo de jazmines.
Y Mercedes con nubes en el habla.
Y Maruja morenamente hecha
de distancia y altura como un ala.


   

3

 

La muerte con sus ojos de violeta
acechaba en el aire y las ventanas.
Como un viento violeta era la muerte
gimiendo por los largos corredores.
Como invasora niebla de violetas
y violines violeta sollozando.


   

La muerte con sus manos de violeta
cerró unos párpados. Maruja Simmonds
fue como un dulce río detenido:
río ascendido a nube para siempre.
Y hay naranjos de luto para siempre,
y voces para siempre ya de luto.


   

4

 

Ese cuerpo de aroma, ese vacío
azul y transparente del rosal.
La escondida presencia constelada,
sensible sólo al tacto del recuerdo.
La verdad cristalísima del sueño.
Así Maruja Simmonds en su cielo.


   

Una tronchada música inclinándose
como invisible orquídea de sonido
en no sé qué ventanas, más allá.
Una ausencia indeleble de bandera.
Así Maruja Simmonds en su cielo.
En su vida sin tiempo como el sueño.


   

5

 

Se asoma hacia la tierra por los pájaros
y en su nombre nos miran azaleas.
Hay un lirio en el sitio de su cuerpo.
Mariposas preguntan por su voz
en un voluble idioma de reflejos.
Asomada en su alma ella sonríe,
detrás del aire, pensativamente.

 
   

y 6

 

Su tumba: el cielo sobre Popayán.
Su epitafio: de nubes anhelantes.
Su lápida: es el aire azul y claro
que clavan los luceros como clavos.


 
 
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