Reloj de tu cuerpo
1
La vecindad de tu cuerpo —isla salina—
es como advertir el costado de una arpa;
como cuando viaja la ciega mano en el silencio
hacia los tibios contornos de las maderas.
Sombra errátil. En ti busco el golfo azul del aire
donde halla el verano la golondrina;
la línea de sueño —límite de nube—
donde los árboles sienten el cielo sobre sus nidos.
Sombra fugitiva. En ti persigo el camino de música
que recorren los ríos de espaldas a la tierra;
el seno de agua detenido en las hojas;
el dulce metal del alba en las ventanas.
La cercanía de ti es necesaria:
en ella mide el corazón su distancia a la muerte.
Por ejemplo: en tu pelo está naciendo el día
y la noche se recoge a la sombra de tu mano.
2
La cercanía de ti es como
la presencia muda de la tierra.
Como si por tu sangre cambiara la estación
y sobre su corriente se levantaran los días
con un delgado aire de pájaros.
El tiempo sin ti habría de ser lento vacío,
viajando del corazón hacia adentro
por el túnel que va a un recuerdo deshabitado:
como si partiésemos de una lágrima
y al regreso la hubieran bebido las palomas.
El tiempo sin ti está detenido por un límite:
es la luz estancada en los espejos;
un grito traído desde un remoto sueño
y apagado por olas de distancia.
El tiempo sin la tierra firme de tu labio
será como el desierto silencio de una sala;
como la música de los zapatos al final de la calle;
como el grito de un tren detenido en la sombra.
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