La muerte es un país verde

  Caro mì é sanno, et piú l’esser di sasso
  mentre che il danno e la vegogna dura;
   non veder, non sentir, mî è gran ventura:
   però non mi destar; deh! parla basso.
   Miguel Ángel
 

 
 

  La muerte es un país verde
  con un pájaro cantando en esa rama última
que tiembla de azul frío.
¿Hace frío en la suave pradera?
Gotas dulces y frescas de las móviles frondas
del viento, de las nubes, del viento,
bajarán a calmar la fría sed de los huesos.


 

La muerte es un país verde.
Y ríos hay rumorosos, de ondas infinitas,
y colinas y trinos. Y uno estará solo,
perfectamente solo, sin su corazón, sin su memoria,
suprema dicha de la soledad que se alza de uno mismo
—viva—
y uno no la siente.


 

Me parece haber habitado hace mucho tiempo
este país y esta suave pradera.
Pero ahora soy un hombre con corazón y memoria
y me acuerdo de todo, entre nieblas, como un desterrado
recuerda el aire de la patria vagamente.


 

¿He de decir todo esto a los hombres?
¿Se lo he de contar?


 
   
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