Poemillas
- I -
Mira
los ojos de este niño:
la vida —abeja dorada—
labra su cera diáfana.
Mira
la boca de este niño:
su destino —aún no lo sabe su sonrisa—
será caer con blando ruido.
Oye
la voz de este niño:
rumor, beso, susurro
de aire tibio.
Tú me has interrumpido:
¿«Ahora, a qué pensar la muerte»?
- II -
No llegar a ti.
Tenerte siempre —lejanía—.
Verte y no saber nunca cómo
eres, cristal, azul, nube, diamante.
En tu dulce comarca,
en tu celeste valle
sin tiempo.
¡No perderte!
- III -
Cuando la lluvia cae
se alegra mi corazón
como la hierba.
Bajo la lluvia, en la lejanía,
se alzan azules valles,
vagas florestas.
Mi corazón, tierra seca,
se alegra
cuando la lluvia cae.
- IV -
El ángel de la lluvia
de alas doradas
y ojos azules
danza.
Tras de los pinares
un dúo de flautas,
sobre los pinares
un velo de plata.
—Para tus cabellos
esta agua dorada.
—Para tu boca
esta agua de plata.
El ángel de la lluvia
de alas doradas
y ojos azules
danza tras de los pinares.
- V -
Como la luz sin serlo,
como llanto sin párpados,
como adiós sin pañuelo.
Sal sobre el labio duro
—y era sombra sin labios—.
Sobre la frente alta
la forma de su mano
como un dolor, recordándola.
- VI -
Va-y-ven de espiga y alma de zafiro,
me duele este cielo azul dorado
y esta agua turbia que a mis manos llega
y estas manos.
Me duele el horizonte siempre inmóvil
y este viento me duele como al árbol
y el fruto seco y la semilla ardiente
que no llegó a ser grano.
¿Cuándo la lluvia con sus claros velos
llegará a la pradera gris cantando
y la veré —ceñida de guirnaldas—
danzar sobre la tierra de mis manos?
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